Vector Prime by R.A. Salvatore

Vector Prime by R.A. Salvatore

autor:R.A. Salvatore [Salvatore, R.A.]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ciencia Ficción
ISBN: 9788495070302
editor: Alberto Santos
publicado: 2012-02-27T10:45:37+00:00


— ¡Recto y rápido!

Y lo cierto es que los cazas enemigos no les alcanzaban, pero eso no ponía fin a la persecución. Otra nave rocosa, basta y ovalada, se abrió de repente y de su interior salieron un montón de criaturas aladas negras de medio metro de longitud, que parecían saltamontes armados.

Kyp los vio y observó que se acercaban rápidamente.

— ¡Hipervelocidad! —gritó a su compañero.

— ¡No tengo coordenadas!

— ¡Ahora! —ordenó Kyp, y aceleró su nave al máximo.

El otro piloto hizo lo mismo, pero el Ala-A tenía tres de aquellos perversos insectos encima. Las criaturas expulsaban una sustancia que derretía la carrocería de las naves y les permitía meterse dentro.

Kyp perdió de vista el Ala-A cuando la luz de las estrellas se alargaba, justo en ese instante de realidad congelada provocado por el salto inicial al hiperespacio; pero, en algún lugar de su subconsciente, supo que el otro piloto no había conseguido dar el salto, y que la activación de la hipervelocidad había reducido a polvo el Ala-A.

Kyp, temiendo colisionar con un planeta o atravesar una estrella, salió de la velocidad luz casi al momento, pero antes de poder determinar dónde se encontraba, comprobó que él tampoco había salido indemne de la batalla, y que también llevaba un par de pasajeros no deseados.

Y uno de ellos había atravesado la carrocería de su nave y se dirigía hacia él cortando frenéticamente con las terribles pinzas.

—OOOOO—

— ¿Sernpidal? —repitió Han incrédulo—. ¿Quieres que vaya a Sernpidal?

—Es un favor —respondió Lando con cara inocente—. Oye, te he dejado recorrer el cinturón gratis... —el ceño fruncido de Han le detuvo y le recordó que sacar el tema del incidente del cinturón no era lo más inteligente para pedir un favor.

—Sólo tardarás dos días —dijo Lando—. Si utilizo un carguero no sacaré beneficio de la operación.

—Entonces no les vendas el mineral —razonó Han.

—Tengo que hacerlo —explicó Lando—. Si envío suministros a las colonias exteriores, la Nueva República se mantiene al margen de mis. . ¿cómo decirlo?, operaciones secretas.

—Es el precio de los negocios —dijo Han con determinación y levantando los brazos. Después miró a Leia, que esperaba en el vestíbulo, detrás de Lando. La mujer tenía los brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido, una pose que recordó a Han que Lando podía ser un aliado muy valioso en aquel momento.

Aquel hombre había establecido una red de trabajo que le permitiría acceder a los contactos que necesitaban si querían descubrir la relación del Consejo con los contrabandistas. Les gustara o no, Lando Calrissian era la pieza que necesitaban tanto Luke como Leia en aquel turbulento debate político.

—Oye —dijo Lando—, aunque no te fuera bien en la carrera, y que coste que te dejaré repetirla gratis, Jaina obtuvo el récord, y Chewie y tú también.

Han dibujó una sonrisa más dirigida a su esposa que a Lando. — ¿Sernpidal? —

repitió con tono conciliador, como si la mera idea fuera ridícula.

Lando comenzó a caminar hacia la sala de control con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.



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